Carta de amor

Junto al mar que ahora contemplo melancólico desde la ventana de mi habitación y sumido en la añoranza del ayer, abrigamos y alimentamos durante unos días, tú y yo, una bonita historia de amor, ¿te acuerdas, mujer?.

Fue corta en el tiempo, puede que sí; pero intensa en los sentimientos y las emociones... Y es que nos enamoramos de pronto como unos adolescentes, aun cuando ya nuestras vidas caminaban por las sendas de la edad adulta, y sin que en nuestras respectivas existencias nos hubiese sucedido antes algo parecido.

Así nos lo confesamos, al menos, el uno hacia el otro y el otro hacia el uno también, aquella tarde de verano cuando, agotados ya de pasear tomados de la mano, nos salió al encuentro al final del paseo un coqueto banco, que acogió sin rechistar nuestros abatidos cuerpos.

De pronto, nos encontramos inmersos en un entorno que emanaba romanticismo por doquier. De frente, disponíamos de toda la inmensidad del mar, con el sol ocultándose tras las montañas del fondo y dejando una estela de un rojo intenso sobre el agua casi a nuestros pies. Justo al lado, rompían con extraordinaria suavidad las escasas olas que el mar llevaba aquella tarde hasta la playa. Y un poco más adentro, en un lateral de la playa, un grupo de gaviotas graznaba con insistencia en torno a un barco de pesca que acababa de arribar a puerto.

Un marco ideal para que, en la tranquilidad de la tarde que declinaba perezosamente, nuestras confidencias se hiciesen más emotivas y sentidas, y el amor surgiese con inusitada fuerza.

Un pequeño y acogedor restaurante al lado del paseo nos permitió reponer fuerzas y continuar con nuestras confidencias en torno a una mesa apenas iluminada por la llama de una vela, que hacía resaltar aún más el dorado de tu piel. Siendo aquel nuestro refugio hasta bien entrada la noche, ¿te acuerdas?.

Los días siguientes discurrieron con el mismo cariz y en el mismo estado de enamoramiento mutuo; finalizando la velada a la luz de una vela en nuestro restaurante preferido y en la mesa del fondo junto a la ventana.

Todo aquello pudo haber continuado más allá de aquel verano, de no haberse cruzado por el medio aquella llamada de teléfono que, inesperadamente, te hicieron desde casa.

Luego, todo fue un continuo buscarte sin obtener resultado positivo.

Quién sabe si este verano no te descubriré entre la gente del paseo, o sentada una tarde en nuestro banco de ayer contemplando frente al mar el ocaso de la tarde. Me daría tanta alegría y me haría tan feliz…


  1. J. Javier Terán

Comentarios

  1. Siempre hay un rincón escondido para resguardar la esperanza. :)

    ResponderEliminar
  2. Maravilloso post con una imagen maravillosa mi mar.
    Besos

    ResponderEliminar
  3. Cierto, Casal, y muchas veces resurge con fuerza....

    ResponderEliminar
  4. De nuevo me haces recordar J.Javier seguro que esos momentos quedaron atrás. Otro verano está por comenzar ...

    ¡ Viene pisándonos los talones!

    Maravilloso texto . Gracias .

    ResponderEliminar
  5. Muchas gracias, Araceli por tus palabras. Sí, otro verano está a punto de llegar y quién sabe, quizá alguien, en algún lugar...., comience una historia de amor susceptible de plasmar en una carta.......Un abrazo.

    ResponderEliminar
  6. Los recuerdos toman forma, entre letras brillantes esperando un presente . Muy bella entrada. Saludos Elssa Ana

    ResponderEliminar

Publicar un comentario