La noche como aliada



Esta noche…, sí. Me gustaría esta noche en especial, ya que no te tengo a mi lado, emplazarte por teléfono con total libertad y charlar de lo nuestro contigo durante unos ilimitados e inacabables minutos... Preguntarte cómo te va en la vida, y cómo te trata ella, la soledad que, un día voluntariamente, asumiste cuando de repente desapareciste de mi vida.

 Pero tú siempre me dijiste que no te reclamase por teléfono, que no lo hiciese nunca…; que te pondrías particularmente nerviosa, temblarías de la tensión de los pies a la cabeza, te palpitaría el corazón y hasta el aparato se te caería de las manos al escuchar mi voz… Todo un “poema”, vamos, tu entorno más íntimo y personal, pensé... No obstante, tomé la debida nota al respecto.

 Así que aquí estoy hoy al filo de la medianoche; en tierra de nadie, con el deseo y la zozobra acampando a un tiempo en mi cuarto; ahora que ya sonaron las doce campanadas, una a una en el silencio de la noche, en el cercano reloj del Consistorio, y que la magia de esta hora bruja que siempre nos cautivó, lo envuelve todo.

Tomo el móvil en mis manos y busco tu número en la agenda del teléfono, pero antes de apretar la tecla del “ok” detengo mi dedo y el móvil vuelve al estado de reposo. Y repito a continuación la misma mecánica durante tres veces más, pero sin lanzar la llamada con el “ok” final.

Mi mente se muestra confusa ante la indecisión y, para tratar de desbloquear el pensamiento, trato de juguetear con el artilugio yendo al apartado de juegos del mismo. Abro uno de ellos al azar y trasteo con las teclas sin poner especial interés en los pormenores y detalles de la pantalla.

 Y en esas estoy cuando, inopinadamente, el móvil me señala la entrada de una llamada del exterior…

 Y… ¡oh bendita casualidad!, la pantalla me muestra tu nombre con total nitidez. No hay duda posible, no han jugado ninguna mala pasada las brujas nocturnas, no. Eres tú y sólo tú…

 Me extraña tu llamada, justo además en aquel momento en el que yo estoy dudando si ponerme en contacto contigo o no; y tras apretar con un cierto nerviosismo la tecla correspondiente y pronunciar tu nombre, escucho del otro lado tu sensual voz que me susurra el mío…

 Tras unos segundos de silencio, en los que pareció que la sorpresa nos hubiera pillado a los dos con el pie cambiado, y no recordando con claridad quién de los dos rompió el hielo a continuación, la conversación fluiría a través de nuestro mundo interior sin ningún reparo y con total libertad; siendo la noche, ¡siempre la noche!, nuestra aliada más fiel y duradera durante los próximos minutos y horas y días…

Porque aquella llamada fue el principio de nuestro reencuentro y unión para siempre…

© J. Javier Terán.

Comentarios

  1. ..." la magia de esta hora bruja...... lo envuelve todo."

    Esa inquietud de escuchar, de saber y no atreverse...

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  2. Casi nada: "escuchar", "saber" y "no atreverse".., uff!, vaya dilema..., sin salida...
    Un abrazo, Yolanda.

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  3. Hora bruja o no, lo importante es saber cuando es tu momento y rectificar, no importa quien lo haga pero hacerlo,como siempre Jose me cautivas, un saludo

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  4. Muchas gracias, Manoli. A mí tu poesía también me impacta. Un abrazo.

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