Sonaron las campanas, tocaban rápido
no eran a lo loco,
su tañir decía muchas cosas…
tantas, qué los instantes lloraban
y su agua cristalina, se confundía
con las hojas que la lluvia había dejado.
Un niño le preguntaba a su mamá,
¿por qué toca tanto, mamá?
seguía tocando levemente, y no paraba
su mamá le dijo,
¡mi niño querido, es qué
se quedó enganchada, mi cielo!
tañía, como si le doliese el alma
y volvió a repicar la lengüeta
de esa campana, que se veía en lo alto
tras las ventanas del sentir campanil,
allá en las alturas del campanario
en aquella espadaña enorme,
su golpeteo quiso dar a entender
qué su melancolía, tenía un por qué.
En la plaza grande,
una iglesia enorme había
era la de San Pablo,
que al mediodía su reloj
brotaba su voz natural,
para decirle a los lugareños
que el mediodía estaba ya cerca.
El niño entonces, pudo comprender
qué le estaban hablando las campanillas,
llamándole a entender lo que más adelante
podrían decirle algunos días,
los que por allí pudiese un día pasar
y les sonrió, con carita de ángel infantil,
por fin, su mamá lo cargó en los brazos
marchando a su casa quizás,
contentos y hablando
lo qué allí, su niño había aprendido.
Palencia, martes18agosto2015.
Poema, n29/2M15.
©Mía Pemán
Afortunada tu que aún puedes escuchar las campanas en este mundo irreal donde está ya todo mecanizado y el tañer de las campanas ya no suena a natural.
ResponderEliminarbesiños... me gusta...!!!
En algunos lugares, ese tañir, todavía suena a limpio, porqué, la tecnología, puede les suene a raro... pero, todo es posible en este mundo de hoy en día, Greg...
ResponderEliminarMe alegra te haya gustado, y es una historia, que justo pude ver, el martes de la semana pasada, y me quedó, porqué, me recaté a escucharlo de primera mano...
Petonets...