Al caer la noche

Al caer la noche, cuando todas las sombras que nos rodean son más sombras todavía, pues en su lucha contra la luz que, con el atardecer, venía declinando ya, ganaron la batalla todo ufanas ellas… es justo cuando más te extraño, amor.

Y te extraño porque no te tengo junto a mí y no te puedo abrazar, ni tampoco besar, ni poseer en la noche con pasión de amantes que se ven a escondidas.

Hoy, el peregrinaje del trabajo me tiene desplazado a unos cientos de kilómetros de ti y, por lo tanto, alejados tú y yo y nuestro amor durante el discurrir de los días y sus noches.

Y es cada nueva jornada que pasa, en esa hora incierta del anochecer, cuando más te echo de menos, amor. Porque echo en falta el calor de tu cuerpo al recostarme en tu regazo al caer la tarde y adivinarse ya la noche; tus caricias de mujer enamorada y nuestros besos finales llamando al amor ya casi de madrugada…

Qué puedo hacer entonces, amor, para tenerte mucho más presente; sino garabatear estas líneas que, como ves, te van directas al corazón, haciendo que la distancia que nos separa nos resulte mucho más limitada en el espacio, y más llevaderas nuestras respectivas ausencias en el tiempo.

Y con la noche como compañera inquebrantable, me dormiré pensando en ti y abrazado a tus sueños, para que tú lo hagas abrazada a los míos, donde siempre me encontrarás.

© J. Javier Terán