Doce Segundos

Tomó la última uva del cucurucho y la estalló entre los dientes intentando retener el jugo que se esparcía dentro de su boca ocupada por la pulpa de las once anteriores.
Abrazó y se dejó abrazar.
Besó con labios impregnados de dulzor y de sonrisa.
Se fundió con los demás cuerpos bañándose en su calor, con la lucidez aturdida de gritos, petardos y música. Todos reventaban en carcajadas sin más motivo, que el haber sincronizado un instante de sus vidas alrededor de doce segundos traducidos en tañidos para soñar a la vez… Soñar con una puerta que se cierra y otra que se abre, dejando al descubierto un abanico de posibilidades distintas, de oportunidades nuevas, como si el reloj de la torre se llevara por delante con sus zancadas finales, la desidia y la rutina, dando paso a la diligencia y lo variopinto.
Pasadas varias horas bailando y brindando, la euforia se fue trasmutando en un plácido cansancio que redimía la alegría tendiéndola sobre los charcos, el fulgor de las farolas mendigaban oscuridad y el silencio y la quietud barrían espolvoreando las calles.

©Leha

Feliz   2016