LLUVIA, QUÉ PAZ ME TRAES.

 

Día gris, amenazando lluvia, cielo cubierto de nubes quizás como mi misma mente, tantos nublados, que a veces quisiera olvidar el sol y su calor, quizás porque ese calor me hace añorar tiempos pasados, donde los días de paseos largos cogidos de la mano, yo te miraba como saltabas cada obstáculo que te ponía el camino, si tropezabas hacías una mueca de disgusto y yo te decía: tranquilo hijo, esto es lo que menos te podrás hacer, esta vida está llena de caídas, pero lo importante, hijo mío es saber levantarse, seguir caminando desafiando los envistes de la vida, cómo no recordar las meriendas con un grupo de madres en el parque, donde vosotros jugabais, imposible olvidar, aunque mis años van pasando cuenta en mi cuerpo y sobre todo lo sufrido en mi camino, tantas caídas, otras tantas levantadas, a veces pienso, de qué me sirvió, levantarme no hubiera sido mejor estar ya tumbada para no penar más. Empieza a llover, miro por la ventana, qué bien y segura me encuentro detrás de este cristal, que me refleja, recodándome que envejecí, cuánta paz me trae esta lluvia, que deja que se relajen por unos momentos mis nublados, quizás porque se juntan para traerme sosiego y paz, en mi mente recuerdos de días de alegría, de correr contigo prados llenos de flores y ahora ir arrastrándome para seguir de pie. Mi vida ya saltó tantos charcos, que a veces creo que fui yo quien inventó los charcos, te los tragué todos, pobre ilusa, tan sólo inventé una ilusión, un sueño, verte feliz y yo junto a ti, ahora vieja me di cuenta que ya no soy lo que era, tan sólo me quedan tus recuerdos, cuando tú como hijo me decías; madre te quiero y yo orgullosa de ello, te llenaba tu rostro de besos. Acabará el día lloviendo a fuera como llueve en mi corazón.

© Manoli Martín Ruiz