Amor de adolescencia

 



Hoy, después de tantos años de lo nuestro, he de confesarte que he vuelto a visitar a nuestro árbol preferido del parque más carismático de la ciudad. Aquél en el que, cuando nuestros años de adolescencia, sobre su corteza, todavía tierna, grabamos nuestros nombres y tan sólo dos palabras más: “Te quiero”, en medio de un corazón de dimensiones considerables.



He buscado nuestra prueba de amor de aquel entonces sobre la corteza del árbol y la he encontrado. Me he emocionado de pronto. Me he sentado en nuestro banco preferido, aquel que tantas veces en el pasado nos escuchó decir esas mismas palabras: “Te quiero”; cuando, desde nuestras casas siempre que podíamos, y sobre todo al salir del colegio, huíamos hasta él para poder estar un rato a solas y dar rienda suelta a aquel temprano amor de adolescencia.



Sí, a nuestro amor. Porque aunque éramos tan sólo unos adolescentes, ya Cupido nos había visitado y notábamos que sentíamos algo el uno por el otro, algo nuevo en nuestras vidas. Y que, cuando estábamos juntos, éramos felices. ¿Sería aquello el amor?, recuerdo que comentamos más de una vez.



Algunos de nuestros compañeros y amigos más cercanos se habían percatado de nuestras escapadas hasta el parque, pero ignoraban nuestro gran secreto plasmado sobre la corteza de aquel árbol; eso pertenecía a nuestra intimidad personal y a nadie se lo confesaríamos nunca jamás.



La vida, que a veces acerca y a veces aleja a las personas, con nosotros no hizo una excepción. Y actuó más bien en el segundo de los sentidos. Pues al terminar los estudios reglamentarios en nuestra ciudad y querer seguir estudiando, decantándonos por una determinada carrera, contando con las circunstancias académicas de cada uno y las posibilidades familiares de cada cual, cada uno de nosotros hubo de seguir sus estudios en ciudades diferentes, bastante alejadas entre sí.



Y lo que al principio fueron llamadas de teléfono constantes –eran tiempos en los que ni los móviles, ni Internet, ni las redes sociales estaban presentes y ni siquiera podían ser imaginados-, y cartas que se cruzaban casi cada día en uno y otro sentido; con el tiempo, debido a la distancia, a la necesidad de tener que hacer nuevas amistades entre los compañeros y compañeras de clase, tanto por una como por otra parte, hizo que nuestra relación se fuese enfriando poco a poco.



Y quedó, en la práctica, en un recuerdo tan sólo; en un bonito recuerdo de un amor temprano de adolescencia, eso sí. Porque, además, fue el primer amor para cada uno de nosotros.



Pasaron algunos años y hoy, las circunstancias personales de cada uno, que tomaron rumbos diferentes, han hecho que, sin embargo, ambos dos estemos libres en cuando a relación afectiva.



Y ha sido ahora, al regresar a esta ciudad que nos viera un día nacer, cuando la emoción me ha podido y esta mañana he querido regresar hasta nuestro parque para visitar el lugar y a nuestro árbol. Y, una vez junto a él, no me ha sido difícil encontrar nuestros nombres grabados sobre su corteza ya envejecida por el paso de los años.



De pronto, el recuerdo se ha apoderado de mí y, sentado sobre nuestro banco de entonces, que aún permanece en el lugar, con pasión de enamorado se me han ocurrido estas apresuradas líneas.



Pero la conmoción llega a su máxima exultación cuando levanto la vista del papel y te veo venir hacia mí… La alegría de nuestro encuentro y el prolongado abrazo de nuestros cuerpos, hicieron que el sol brillase con mucha mayor fuerza por momentos, y los pájaros del lugar entonasen sus mejores cantos para la ocasión…



© J. Javier Terán



Comentarios

  1. ...ME GUSTA....
    Nunca se olvida el primer amor, por eso es el primer y único despertamos al amor, como siempre me cautivas con tus letras, felicidades amigo, besos

    ResponderEliminar
  2. Una historia realmente hermosa como lo es el primer amor...esta llena dfe ternura , con esa pizca de locura que acompaña a la adolescencia, al despertar de nuestro corazon e instintos...una historia preciosa que sigue viva y guarada en la corteza de ese arbol testigo y complice de vuestro amor...
    y el final no puede ser mas sorprendente...el amor vuelve despues de los años a reencontrarse en el mismo lugar...quizas para continuar con una historia que en su dia no pronuncio un final...
    a veces el amor es asi...inexplicable.

    besos

    ResponderEliminar
  3. Yo tambien tengo un árbol símbolo del amor...espero nunca lo corten, espero visitarlo de vez en cuando durante el tiempo que me quede de vida... que linda entrada...

    ResponderEliminar
  4. Muchas gracias. Me alegro que te guste y de que también tengas un árbol como el de mi relato. Un saludo,

    ResponderEliminar
  5. Muchas gracias, Luisa. Has hecho una perfecta descripción de un amor de adolescencia y de lo mucho que le rodea. Un beso.

    ResponderEliminar
  6. Gracias, Manoli. Gracias por tu fidelidad a mis relatos. Yo, como sabes, también te sigo encantado. Un beso.

    ResponderEliminar
  7. Que recuerdos me ha traído ese árbol, yo creo que todos hemos tenido alguna vez en la adolescencia un rincón así.
    Muy lindo tu texto J. Javier
    Saludos

    ResponderEliminar
  8. Muchas gracias, Carmiña. Me alegro que mis "letras" te hayan traido gratos recuerdos. Saludos.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario