Aquellas bellas y siempre queridas margaritas

 



Estos días, para nuestro deleite, todos nuestros campos lucen esplendorosos una nueva imagen visual que nos gusta contemplar y nos alegra sobremanera, alimentando ilusiones nuevas de un tiempo que está por venir.

También, siguiendo este mismo hilo conductor, las áreas verdes de nuestros parques se han cubierto de bellas y llamativas margaritas, que satisfacen y animan el caminar de las gentes que los frecuentan. Un hecho que se repite cada año por estas fechas, coincidiendo con la visita que tiene a bien hacernos nuestra amiga la primavera. Pero quizás este año con una mayor abundancia de ellas.

Pues bien, al son del recuerdo y echando las manecillas del reloj muchos, muchos años hacia atrás, hubo un tiempo en el que en Velillas del Duque –pequeño pero, a la vez, bello y querido pueblo de la provincia de Palencia- ocurrió el milagro y llegó la primavera también a nuestras vidas...

Y es que todos nosotros, los habitantes del pueblo, veíamos y, sobre todo notábamos, cómo los fríos del invierno se iban alejando poco a poco del lugar; el sol nos visitaba con una mayor asiduidad en aquellos días, y su presencia tenía ya una cierta consistencia, medida tanto en calidad como en cantidad.

Mientras a pie de calle, la vida seguía su repetido ritmo y las gentes continuaban con sus quehaceres habituales en torno a las faenas del campo; en tanto que nosotros, los más pequeños, acudíamos cada día a la escuela; y en las horas libres, tomábamos literalmente las calles y las eras por nuestra cuenta.

Y, coincidiendo con tal fenómeno estacional, pudiera decirse que nuestras actividades las ejecutábamos con una mayor alegría, quizás porque la primavera estaba ya entre nosotros; y el mayor número de horas de luz nos permitiría estar en la calle durante mucho más tiempo y, a la par, emprender nuevos juegos y nuevas actividades callejeras.

Y en aquella cotidianeidad de la escuela de cada jornada, de pronto uno de aquellos días, llegada la hora salimos al recreo con las ganas habituales      y la mente puesta en el desarrollo de algún juego nuevo. Pero la era que teníamos más cercana la veíamos que, de un día para otro, había cambiado su fisonomía, y se nos mostraba mucho más vistosa y alegre que los días anteriores.

Y nosotros, observadores por demás de nuestro entorno, y atentos a cualquier novedad que el ambiente del pueblo, sus gentes, sus calles y sus campos nos deparasen, emprendíamos una especie de carrera concéntrica sobre la misma para explorar cuanto antes la totalidad de su recinto, y encontrar el motivo de aquella transformación que a nuestros ojos se nos mostraba tan espectacular.

Y era entonces cuando, de repente, observábamos que toda nuestra era de juegos de cada día, se había cubierto de bellas y llamativas margaritas blancas, moteada a trozos su superficie con la presencia de algunos claveles de un intenso y atractivo colorido; formando un conjunto de una belleza extraordinaria.

Y ya a partir de ahí, intuíamos que la primavera había llegado de verdad a Velillas del Duque, a sus gentes y a todos nuestros campos. Y que, a nuestra rutina escolar, le quedaban cada vez menos días para abordar su final, que alcanzaría su tiempo definitivo mediado el mes de junio.

Pero en otros aspectos, éramos tan niños entonces –aunque no por ello menos felices-, que todavía no se nos había dado la oportunidad, por ejemplo, de conocer el significado de deshojar la margarita en la vida de los adultos…

© J. Javier Terán

 

Comentarios

  1. Muy buen relato de unos recuerdos de la niñez y la juventud, Javier... al llegar a la primavera, las margaritas de la alegría, las qué cambian el ambiente y hacen sonreír a las personas, al ver sus campos y jardines con otro colorido diferente.
    Lo has reflejado de maravilla, eres un buen sabedor de esos tres colores que amenizan los entornos de pueblos y ciudades = Ese amarillo vivaracho, el blanco inmaculado y el verde, que ellos dan otra vida y otro mirar, lo deshojarlas, ya es muy distinto... ¡Nos toca ir aprendiéndolo en los años que las vamos viendo crecer, a pesar, de qué nadie nos contó nada!
    Un abrazo,

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  2. Muchas gracias, Mía. Son bonitas palabras las que has colocado en tu comentario. Y sí, mucho de todo lo que dices, por no decir todo, es lo que refleja mi relato. Has sabido captar perfectamente el mensaje. Un abrazo.

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  3. Que bello relato y que imagen más preciosa! me encantan las margaritas...
    Feliz jueves J.Javier...

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  4. ...ME GUSTA....
    Relato transportándonos a ese tiempo que no teníamos preocupaciones tan solo ser niños, como siempre cautivadoras tus letras para mi, besotes amigo Jose Javier

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  5. Muchas gracias, Manoli, por tu comentario tan generoso. Es cierto, lo que dices con respecto a aquel entonces, así era. Un beso.

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