Retocando Instantes

Juego de Imagen n.07/2016



Entre las sábanas se escuchaba el entristecido lamento de un tintineo que en las mañanas se hacía sentir, cómo una plañidera, cada día que se iba a pie por el Claustro interior.

Rondaba su débil sollozo y el roce de algo denso se hacía notar, con tanta firmeza, que daba miedo quedarse detrás.

Sin embargo, al verla pasar entre la fila, no daba esa impresión, su cara no era mayor, pero muy blanca la tenía, parecía de nácar aterciopelado.

Oíamos su andar sigiloso entre los pasillos, porqué arrastraba los pies, al ir despacio y cómo si descansara su lánguida figura.

Acumulaba su dolor escalonado, en una de las piernas, porqué la otra, era la herida.

¡Se había caído, eso contaban!

No se dolía, pero se la oía su leve quejido al arrastrarse en la fila de los Maitines, alargada era... más alta que ninguna.

Ascendía su frágil voz, y la sentías cuando te hacía una delicada caricia. Era dulce y amable, sencilla su mirada, cuando delante estaba de ti.

Imaginabas mil historias que te pudiera contar y, tan sólo la veías a veces, casi nada en sí. Daba pena no encontrártela cada mañana o cada tarde.

Especial su caminar, repicaba su estela singular. Y, te esmerabas en poder hablar con ella. Era algo súper especial y muy importante.

Sonidos leves de las campanas en la entrada, se hacían sonar, para llamar la atención de quienes cerca estuviesen. Más, tan sólo la escuchaban pocas personas, los de una casa cercana al lugar, Abranes, les llamaban, así creo era su apellido. Labradores de grandes tierras y muchos hijos. También, la familia de cuidadores que el convento albergaba en su interior-exterior, y el párroco, en su estancia, que adosada al edificio de mayor tamaño, estaba allí viviendo. Qué a mis recuerdos se acerquen, él no se llegaba tan temprano.

Retocando instantes, todos los días de la semana, no había un momento de descanso, que a todo y a nada, tocaban siempre.

Llamaban al torno, cuando alguien iba a buscar labores encargadas, algunas veces les llevaban cosas para que en sus hornos cociesen, y luego, aprendieron a darles formas diferentes, más los años fueron pasando, ya fueron cambiando, su modo de vida y sus andanzas. Pasteleras se volvieron de buenas a primeras. Se hicieron indispensables, y hasta la Artesanía, la dominaban. ¡Les fue bastante bien, así fueron aprendiendo otras artes y otra vida de llevar!

Palencia, sábado 13 agosto 2016.
Prosa Poética – Juego Imagen n7/2016.
©Mía Pemán

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