Vacío, lleno...

A todo quien me lee, le ofrezco una disculpa.
De un tiempo para acá reparo mi poesía
no versa a la alegría; si bien, son reflexiones
de un tiempo en que mi alma vaga herida
en los valles de sombra, entre neblinas
cuestionando el quid de la existencia
que ha tres cuartos de siglo me fue impuesta.
En los ojos de ancianos y de niños, indago,
en la mirada que adivino en la madre que al hijo, dignifica,
en las flores indago y en las niñas, en la mujer en soledad
que piensa en el amado y al recuerdo, sus ojos dulcifica,
en el cielo de azules desbocados, en los mares rugiendo
tempestades, en la espuma que playas lame, suave.
En el soplar intenso de los vientos, en la brisa,
que calma mis ardores al quebranto que en mi pecho estalla
por la conciencia de mi amor perdido. En la fe que percibo
que en mí aflora al reencuentro de aquel que me enamora.
El inmenso poder del pensamiento bulle intenso y no acierta
a discernir una respuesta; mas, ¿por qué habría de hacerlo?
Tema es que desvela a eruditos, si la incógnita
Está sin develarse, allende el tiempo en que la tierra existe.
¿Qué pudiera encontrar que justifique el craso devenir
que nos agobia? Remedo es de la vida, que percibo ajeno,
en que a diario despierto en deja vu de sueño
y en cíclico desvelo siempre empieza de nuevo
en que busco el sentido de este vivir de ensueño,
en que todo ha pasado, aunque nada sucede.
Y los años me duelen y la muerte es amiga, que me abraza
me da la bienvenida, y aun llamada, no viene;
pues, a cabo colijo que no es otra la muerte
sino vida que debe volver a comenzar, en cause de energía
acorde al universo. Es ciencia y biología, amor y sentimiento,
es razón y locura en mismo mandamiento.
Vacío, lleno si lo vuelvo, a… encontrar.

Yolanda Arias Forteza

Noviembre 23, 2016, 23:50 hrs.