Calor

El calor es insoportable esta tarde, el sol me quema el cuello y una gota de sudor me resbala por la espalda. Desde el colectivo todo es vida en movimiento, los autos pasan y parecen quedarse, los árboles se despiden apenas saludarnos, quedan atrás agitando sus hojas por la leve brisa, “vuelve pronto” parecen decir. Un perro persigue a un gato, y yo pienso en el infinito.
-¿juegan a atraparse la cola, papá?- pregunta Abigail y me saca del ensueño. Adiós a los problemas filosóficos de la vida, para un niño todo es tan simple y nuevo. Para nosotros quedan los problemas y la rutina, ellos guardan celosamente el secreto de la magia, permitiéndonos a veces vislumbrar sus horizontes. Y hoy me toca a mí mantener ese mundo de hadas bien a salvo.
-creo que juegan al gato y al ratón, princesa- sonríe satisfecha con la respuesta y volvemos al silencio mirando por la ventanilla, el paisaje de las plazas quedó atrás y ahora todos son árboles de concreto, inmensos, gigantes que tragan y escupen multitudes a esta hora.
-¿cómo voy a saber cuando sea grande?- la pregunta me sorprende y no sé cómo salir de mis pensamientos “cuando los momentos de alegría duren menos y extrañes todo tiempo pasado. Cuando el presente te parezca irreal y el futuro ya no exista” hoy no es un buen día para cuidar un mundo de sueños, se lo dije a Carla, su madre, pero no quiso creerme. La misma recomendación de siempre “no la pierdas de vista, que no se suba a los árboles y que se mantenga abrigada” “y por favor, no le llenes la cabeza de ideas, los gatos no son los dueños de la noche y las cucarachas patas arriba deben ser ignoradas” esa mujer tiene un corazón de piedra cuando se trata de mis sentimientos, y bueno acá estoy frente a una respuesta que no puedo dar.
-te vas a dar cuenta, princesa- y en éste instante quiero rodearla con los brazos y desear tan profundamente que nunca le llegue el momento de derramar una verdadera lágrima de amargura, no puedo hacerlo no podría contener la tristeza y ella lo sabría todo. En lugar de eso vuelvo a mirar por la ventana y le señalo una golondrina inexistente, ella me describe los colores maravillosos que tiene su plumaje y asegura que algún día podrá volar tan alto como esa golondrina, yo solo deseo que pueda volar tan firme como hasta ahora.
-¿a dónde vamos hoy?
-al zoológico, solo te voy a pedir que no sueltes mi mano cuando entremos.
-¿Hay muchos animales?
-Bastantes
-¿jirafas?
-De cuellos larguísimos.
-¿Leones?
-Feroces con ganas de comer payasos.
-¿Por qué payasos?
-No sé cariño, se deben ver suculentos con tantos colores. ¿A vos no te dan ganas de comer payasos?
-mamá dice que no te haga caso cuando haces preguntas raras.
-eso es porque a tu mamá le gusta mucho desayunar payasos y no quiere invitarte- Carla va a agrandar su repertorio de recomendaciones después de esto, lo bueno es que yo no la voy a escuchar toda la noche, eso le toca al nuevo marido, a mi los retos me tocan los fin de semana y nada más que cinco minutos mientras Abigail vuelve corriendo y me tira su mochila como si fuera una pelota, puedo notar la mirada de hielo de Carla “otra de tus enseñanzas” diría con total desaprobación si no estuviera la niña. No puedo evitar pensar en el gato y el perro en este momento y creer que en algún momento nos amamos tanto. La verdad es que no la detesto, simplemente podría vivir sin verla otra vez y no me preocuparía, se lo dije una vez y ella me aseguró que siempre soy así con todo menos con Abigail, esta ratoncita acá a mi lado tiene un no sé qué pero me gusta y me preocupa, ¿será que me estoy volviendo viejo? ¿O es que, como dijo Carla, siempre fui un cretino?.
Tengo que prestar atención, casi nos pasamos la parada y eso no es bueno con este clima, por supuesto Abigail lo primero que hizo al entrar fue sacarse el abrigo, y lo segundo soltarme la mano y salir corriendo. Con ella me siento tan tonto a veces, tantas cuestiones de seguridad “no me sueltes la mano” “no salgas corriendo” “no te alejes tanto” para que al final los dos terminemos haciendo todo lo que ella quiere.
-¿Por qué los monos no hablan si son parecidos a nosotros?
-No sé, querida, nunca lo pensé. ¿Por qué no vamos a ver los pájaros?- dije para salir rápido del problema, sin saber que me metería en uno mayor.
-Algunos pájaros sí hablan y no se parecen a nosotros.
-Eso es porque hablar no tiene nada que ver con la forma del cuerpo.
-¿y por qué hablamos nosotros?
-Te cambio todas las preguntas por un helado de chocolate y la jaula de los leones que tenemos prohibido visitar.
-mamá se va a enojar mucho si le hablo de leones.
-se va a enojar pero conmigo, y yo voy a estar lejos lejos muy muy lejos, ratoncita.
-entonces sí quiero. ¿Puedo pedir un helado de menta?
-¿de menta?
-sí, es fresco y el sabor queda en la boca mucho tiempo. ¿Quieres probar?
-No gracias, creo que me hago una buena idea sin tener que apoyar mi lengua en ese helado. La imaginación de tu papá es excelente.
-mamá dice que tu imaginación funciona muy bien solo para molestarla.
-También para otras cosas, Abigail. Cuando termines vamos a seguir el paseo pero por favor no salgas corriendo. Tu padre está viejo para seguirte el paso.
-¿No podemos ir mientras termino?
-no, ya sé cómo resulta eso y además los leones podrían querer helado, y no sería justo no invitarles. ¿Verdad?
Del resto de la tarde no logro recordar detalles, solo vagos momentos, sé que estuvimos corriendo de jaula en jaula, y perseguimos a un payaso hasta cansarlo tanto que nos regalo un globo multicolor y que Abigail me preguntó de dónde vienen los colores, no supe responder, hasta hoy no sé la respuesta, ni la busco por miedo a perderla en ese último instante.
No sé por qué me soltó la mano, por más que intento no recuerdo que llamó tanto mi atención como para dejarla ir, escuché la bocina a lo lejos, vi pasar la gente corriendo, después de eso solo recuerdo a Carla despertándome en el hospital una mañana particularmente gris, no paraba de llorar, ni de gritarme que todo había sido mi culpa, tampoco dejaba de abrazarme y sostenerse. No supe qué hacer, la abracé y lloré como nunca antes ni después, y la dejé, me fui para no volver, ya no quedaba nada que nos uniera y lo lamentaba muchísimo, mi vida, mi corazón, mi alma, todo partió con Abigail, y solo quedó esta cáscara vacía, la escafandra se abrió y la mariposa salió volando.

© lilith

Comentarios