Suenan en los cerros,
cornetas y tambores.
Los penitentes sacan a los Santos.
Rezan plegarías,
cantan saetas.
Oran en silencio por los que se fueron.
Son los sonidos,
los olores a incienso,
la cera de los cirios riegan los suelos.
Cada año vienen de fuera,
los que marcharon
buscando riquezas,
dejando promesas que no se cumplieron.
Vienen a verlos a hombros de los costaleros,
de los jóvenes que en el pueblo quedaron.
Llegan por el cerro mientras oyen los cantos,
los vivas,
los oles.
Los que veneran a Vírgenes y Santos,
caen de rodillas con lágrimas en las mejillas,
alzan la vista nublada por el llanto,
cuando con salves levantan el palio.
©Antonio Caro Escobar
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