Los Abuelos y sus Refranes

Me llaman Felisa, no supe hasta entonces lo peligroso de tener buen olfato, me gusta olerlo todo.
Cuando presiento que me acerco a algo, preparo todos mis sentidos y me concentro en su olfato, para captar como es y a qué huele para ello, cierro los ojos e imagino que es y cómo.
Algunos olores me recuerdan momentos en mi vida, gente que significó algo, pasó dejando su huella en mí o mejor dicho su olor en mí.
Me gusta el olor cuando llueve, incluso antes que la lluvia caiga me invade el perfume de la tierra mojada; y cuando hay tormenta eléctrica, ese olor ácido del ozono, tan característico yo me meto en casa antes que comience a llover.
Con todos los olores que me llegan me gusta cerrar los ojos y adivinar, me concentro en su aroma y mi imaginación vuela. Ahora toca asado de pollo … ¡ummm guau! ¡La lengua se me hace agua!
Me gusta el olor de mis amigas hoy vinieron a casa Lea y Luna.
La abuela Ana, nos estaba preparando un asado y esperábamos de forma paciente. Pero no debí cerrar los ojos para oler mejor. En esta ocasión me quedé sin asado.
— ¡Quien termina primero ayuda a su compañero!, se dijeron muy amables Lea y Luna.
— Gauuuuuuu auuuuuuuuuu . Abuelita ANA!
— Así supe, que por mucho que aullara nada el hambre me calmaba.
— Quien llega tarde ni oye misa, ni come carne.

©Araceli García Martín