En el corazón de mi abuelo Mariano



(Relato Premiado)

Todo un amplio y complejo ritual, era el que seguía mi abuelo Mariano a la hora de la vendimia en el pueblo. Y sería él, con su bonhomía y su capacidad de comunicación, el que me transmitiría aquellas tradiciones –incluso sus pequeños secretos-, en aquellos felices años 60 de mi adolescencia en el pequeño pueblo de Velillas del Duque; donde, como en otros más de la Comarca saldañesa, transcurría tranquila la vida.

Pero claro, antes de que llegasen los días dulces para ambos de la vendimia, eran pertinentes una serie de trabajos en la viña, en los que mi abuelo colaboraba como el que más. Sobre todo desde que las uvas maduraban y se hacía imprescindible la colocación entre las cepas repletas de frutos de aquellos graciosos espantapájaros semejando una figura humana; tratando de ahuyentar la presencia de unos devoradores pajarracos considerados de un cierto mal agüero: los negros y escurridizos tordos.

Entonces, durante unas cuantas jornadas, allí estaba cada día el abuelo Mariano apenas amanecía hasta que la luz de la tarde comenzaba a declinar, en su labor de guardián de la viña. La pequeña caseta que se levantaba en un extremo del terreno, le servía para guarecerse en caso de lluvia o de frío extremo, y también en el momento de tomar al mediodía las viandas llevadas desde casa.

Algunos de los días, era yo quien, al salir de la escuela, me acercaba hasta la viña y allí, tras una frugal merienda, compartíamos juntos la misión de guardianes de los frutos ya maduros de las cepas.

Y era en esos instantes, cuando mi abuelo me hacía partícipe de un montón de anécdotas de su adolescencia, relacionadas justo con la viña, las uvas, el primer mosto, y el vino posterior en el que se convertiría aquél.

Pero el mejor momento de todo este ciclo coincidía con los días de la vendimia. Y es que, incluso nada más conocer el día que en la casa se había dispuesto para ello, ya comenzaba a estar inquieto. Y mi abuelo, también, a pesar de que continuaba con su labor de vigilancia de la viña; empleándose quizás más a fondo. De ahí, que reclamase mi presencia algunas de las tardes, para así poder guardar mejor la viña. Y yo acudía feliz.

El día programado para la vendimia – a últimos de septiembre o en los primeros días de octubre, porque como muy tarde, “por el Pilar, todos ya a vendimiar”-, no me importaba madrugar y, como prueba, era yo quien se subía el primero al carro tirado por aquel par de mulas tordas que diríase que conocían también el camino hasta la viña. Mi abuelo se subía también al carro y allí, entre los grandes cestos de mimbre dispuestos para recibir los racimos de uvas, me daba los últimos consejos; mientras pasaban las horas y observaba cómo se iban llenando aquellos grandes cestos, adivinándose ya el lagar colmado de uvas.

Un verdadero pozo de sabiduría era mi abuelo Mariano; como cuando me reconocía una verdad que él decía tener por buena y que había visto con sus propios ojos, que resolvía con este refrán: “Come niño y crecerás, bebe viejo y vivirás”.

Y es que, aún más, en este cariño de mi abuelo hacia la viña se cumplía también otro refrán castellano que recuerda aquello de “casa de padre, viña de abuelo y olivar de bisabuelo”.

Y cuando al atardecer, con el lagar repleto de uvas y tras el pisado de las mismas, el mosto comenzaba a salir a chorro por el caño del mismo, y todos nosotros tomábamos un vaso de aquel líquido tan dulzón y brindábamos por toda la familia y por un año más, mi abuelo siempre remataba con algún refrán de su particular gusto: “con pan y con vino, se anda el camino”, o “al pan pan, y al vino vino”.

Pero al clarear del día siguiente, me tomaba del brazo y partíamos juntos camino de la viña para rematar el ciclo, en la conocida como “rebusca”, por si, con las prisas hubiesen quedado algunos racimos en las cepas. Y sobre todo, para que no se diesen un festín aquellos negros y panzudos tordos. Porque, según aseguraba mi abuelo Mariano, “de todo hay en la viña del Señor”…

 

© J. Javier Terán.

Comentarios

  1. Felicitaciones Javier... un gran placer ver premiado a un compañero
    Abrazos y muchos éxitos más.

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  2. Mis más sinceras enhorabuena Javier!!!

    Me proporciona una gran alegría por tu buen trabajo y reconocimiento.

    Un beso enorme y gracias por ser como eres especial.

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  3. Y es que te leí de forma rápida. y ahora te vuelvo a leer, es precioso tu relato además lo vas contando con tanta soltura.
    Como me gusta que hayas utilizado los refranes. J Javier aplausos abrazos y besos. bien merecidos.

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  4. Muchas gracias, Araceli, por tus sentidas palabras. Te agradezco que sigas mis relatos. Abrazos.

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  5. Muchas gracias, Mª Luisa, por tus sentidas palabras. Y siempre tan ahí en mis escritos. Gracias. Besos.

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  6. Muchas gracias, Greg, por tus atentas palabras. La verdad que me ha hecho mucha ilusión. Y, además, me he alegrado el haberlo compartido con todos vosotros, siempre tan ahí en las letras cada día... Abrazos.!!!

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  7. Muchas FeLiCidaDes Javier por tú Premio.
    Un magnífico relato... los excelentes recuerdos de tú abuelo... es algo extraordinario.
    UnAbrazo grande,

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  8. Muchas gracias, Mía, por tus palabras. Me alegro te haya gustado. Abrazos.

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  9. Felicidades Javier, es muy bonito y su exquisita exposición, me ha llevado al lugar y momentos del relato.

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  10. ¿Sabes que mi abuelo también se llamaba Mariano?
    Me he sentido feliz de leer tu relato que me ha encantado. No sólo me has hecho recordar a mi abuelo, además lo he disfrutado por lo bien escrito que está . Te felicito, Javier y me alegra mucho este premio que bien merecido lo tienes; te mando mi abrazo y cariño.

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  11. Muchas gracias, Julie, por tus sentidas palabras hacia mi relato. Y qué casualidad que tu abuelo se llamase también Mariano. Te diré que, en realidad, uno de mis abuelos también se llamaba Mariano; y en recuerdo de él se me ocurrió este relato. Qué casualidad....!!! Abrazos.

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  12. Muchas gracias, Isabel. Me alegro te haya gustado y te haya hecho vivirlo allí mismo... Abrazos.

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  13. Es una maravilla tu tu relato J. Javier . Enhorabuena por tu merecido premio. Un abrazo.

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  14. Alguna que otra vez, me a pasado por la cabeza, contar sobre las andanzas de mi abuelo materno, que fue arriero durante la etapa( F. E.S) colonial.

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  15. Muchas gracias, Hergue, por tus cariñosas palabras. Abrazos.!!!

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  16. Ándale, y cómo no iba a llegar y gustarme...
    Abrazos agosteros Javier...

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