Hoy, que vuelve a llover sobre mojado,
la melancolía me visitó de nuevo y me pudo.
Tomé el paraguas, aquel que tú me regalaste,
y salí corriendo camino del parque
buscando nuestro rincón de siempre.
Pero cuando me acercaba ya a aquel paraje,
y pasaba junto a la fuente
que tantas veces nuestra sed,
en aquel tórrido verano mitigase,
noté que faltabas tú en aquel ambiente.
El banco, nuestro banco del ayer
seguía inmóvil en aquel lugar
donde tú y yo tantas veces,
sentados plegando nuestros cuerpos,
nos confiamos todos y cada uno de los secretos.
Me acomodé como acostumbrábamos,
y observé con entereza que nuestros nombres
seguían tal y como los esculpimos
aquella tarde, sobre la corteza aún fresca
de aquel árbol que a nuestro banco le regalaba su sombra.
No sería fiel a la verdad si no te confesara
que te esperaba aquella mañana.
Y verte aparecer entre la espesura
hubiera sido la dulce confirmación
de lo que presentía mi dolido corazón.
Mas, haciendo caso a sus latidos,
permanecí allí contemplando nuestros nombres;
invocando con todas mis fuerzas tu presencia
porque, escuchando el reclamo cercano de un pajarillo,
algo me decía que volvería a poner mi mano en tu regazo.
© J. Javier Terán
Que bonito escribir los nombres en un árbol ¿ quien no lo ha hecho algún día?
ResponderEliminarPrecioso José Javier, hombre romántico
Feliz lunes
Muchas gracias, Carmiña, por tus palabras tan llenas de sentimiento, como es el que se lleva dentro cuando se escribe el nombre de alguien en un árbol, es verdad... Abrazos.
ResponderEliminarA ti querido amigo, felices fiestas
ResponderEliminar¡Felices Fiestas!!!
ResponderEliminar