Con licencia laboral

Oficina

En este continuo devenir de los días, de pronto un día alguien que está a tu lado va y te recuerda –¡como si tú no te hubieses percatado ya!- que, a fecha actual, has alcanzado la edad reglamentaria y, por lo tanto, tu situación laboral pasará a partir de entonces a otro momento diferente de tu vida. Que, simple y llanamente, estás jubilado.


Y, en efecto, como ha llegado el día, realizas en tu centro de trabajo los trámites correspondientes, acudes a las oficinas de la Seguridad Social para gestionar la pertinente jubilación y, a partir del día siguiente como por arte de magia, el despertador ya no suena a la hora de costumbre en la temprana mañana, la hora del desayuno se pospone a gusto del recién jubilado, y la degustación del café con leche, que se realiza sentado frente a la mesa y no en pie de prisa y corriendo, se extiende inopinadamente sin parar mientes en el tiempo transcurrido, mientras de fondo el locutor de la televisión va desgranando una a una las noticias más representativas de la mañana.


Y tú allí, sin prisa alguna, reposando el desayuno y poniéndote al día de la actualidad informativa y ojeando de hito en hito el teléfono móvil por si te llega la confirmación de la hora para salir con el grupo de amigos a pedalear un rato sobre la bicicleta por los alrededores.


Mientras tanto, la ciudad va recuperando poco a poco su pulso habitual y sus calles se van llenando de gentes que las transitan con uno u otro motivo y camino de algún lugar en concreto; o puede que también sin ningún destino previo, sólo gozar de la mañana y si, de casualidad se produce el encuentro con algún compañero también jubilado, rememorar algún recuerdo del pasado en el centro de trabajo.


Eso sí, cuando el reloj de la Plaza Mayor de la capital marque las dos de la tarde y su eco repiquetee la señal en las calles próximas, muchos de los paseantes de la ciudad que ya no se encuentren en activo, sabrán que es la hora de regresar a casa para la oportuna colación de mediodía; eso sí, pasándose previamente por la panadería que les queda más a mano, para recoger allí el pan que antes dejaron encargado.

Esta puede ser, así a vuela pluma, una aproximación a una rutina que, a partir de ahora, puede constituir de alguna manera, una habitualidad para quien suscribe, habida cuenta de haber entrado ya en este nuevo carril que marcará una nueva etapa en el devenir de los días.

© J. Javier Terán.

Comentarios

  1. ¡Así es...! me permito darte un consejo; levántate a la hora de siempre, haz todo lo que hacías menos ir a trabajar verás como te acostumbras y te será el día muy corto, no hagas como muchos que ya se levantan cuando el cuerpo se lo pide y este termina por no pedírselo nunca más.

    ¡ Que viva la Jubilación! ¡Que no falta moneda, que si la hay para ti la habrá para todos!

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  2. Muchas gracias por el consejo, Greg. Y, en efecto, sigo levantándome pronto, algo más tarde que cuando iba a trabajar, pero pronto, vamos que incluso madrugo, con la luz del nuevo día apenas saliendo. Y en cuanto a la última parte, pues claro, que haya para todos. Abrazos.

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  3. Pues disfruta de esta nueva etapa, que también es bonita y haz lo que dice Greg
    Me encanta ese lugar con esas vistas y tanta luz.
    besos

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  4. Muchas gracias, Carmiña. Sí, la imagen es bonita; y el que la mesa esté vacía de papeles es síntoma de que quien ahí estuvo, resolvió todos los asuntos y la dejó libre para el siguiente... Abrazos.!

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