En los albores del tiempo,
semillas de amor, el viento diseminó,
en zarzal espinoso y desabrigado,
en madroño trenzado y descampado.
Erial despoblado sembró,
páramo yermo floreció,
huerto de verde menta pintó,
con ríos serpentinos y silvestres olivos.
Sonidos ondulantes de lira,
joyas ensartadas con sonrisas
y perlas enhebradas con besos,
flotaban en el aire con ternura y filantropía.
Mariposeando por jardines de lavanda y de romero,
contemplando los peces citrinos,
cantando a las piedras azulinas,
saboreando notas de pulpa de melocotón.
Escalando monte de caliza blanco de Jericó,
de pronto, Enemigo lúcido, oscuro y hábil sonrió,
con manto negro del Mal se abrigó,
suelas de injusticia y de lujuria calzó.
Rosa de luto, del polvo afloró,
Con savia carmesí y espinas antracitas,
raíces férreas abismadas en el Hades,
ruinas azabaches de un destino sin futuro.
© Esther Coïa / Marzo 2020
Versos que hacen un recorrido sentimental por entre la naturaleza de los colores y los campos en flor, pero sin que al final de los mismos se atisbe un final feliz. Abrazos.
ResponderEliminarNunca mejor dicho, destino sin futuro.
ResponderEliminarUn abrazo guapa