EL PERRO






Aquella noche había pocas estrellas, recién comenzaba a oscurecer y las calles de su barrio, estaban oscuras y solitarias.





La noche parecía apacible y le apetecía tomar algo, aunque fuera un simple café. Se sentía un poco inquieto por una discusión, que tuvo con su mejor amigo, nada de importancia. La sangre no llegó al río; pero se llevó un buen disgusto.





Franklin era un chico más bien delgaducho, desgarbado de tez morena, ojos pardos y con muy pocos amigos, más bien, lo que solemos llamar un llanero solitario; pero el joven era muy amable y educado. Algunos lo apodaban El Perro de Jerez por su aspecto enjuto.





Cuando ya estaba sentado, como de costumbre en su esquina favorita del bar de Paco, llegó un extraño sujeto completamente vestido blanco y lo invitó a un trago, se bebieron un par de copas y el señor de blanco lo invitó a caminar rato, con el pretexto para estirar las piernas.





Caminaron juntos por las calles desiertas de la ciudad, hasta llegar a un caserón viejo que se caía a pedazos, con unas extrañas marcas hechas con Tinta de diferentes colores en su fachada, que parecían símbolos exóticos que sólo había visto en algunos libros de temática esotérica y al fondo había un altar hecho de manera rústica, con unas velas rojas y negras prendidas y cuatro blancas de forma invertida. Pensó que había sido un simple descuido, de su recién conocido amigo.





Mientras observaba absorto aquel extraño lugar, el señor de blanco se perdió por unos minutos y apareció con par de copas rojas con un beberaje amargo y le ofreció una, que bebió a pequeños sorbos para no ser descortés, con la única persona que parecía estar dispuesto a compartir con él aquella noche, pasaron algunas horas charlando de cosas banales para matar el tiempo; pero no recuerda bien cuando salió de aquel horrendo lugar. Sólo sabe que volvió en sí, en medio del salón de su casa, todo cubierto de sangre con un enorme cuchillo en la mano izquierda y a sus pies, el cadáver de su anciana madre.





A sus gritos de ¡ no, no, no… no puede ser! corrieron algunos vecinos y lo encontraron arrodillado llorando, ante el cuerpo ensangrentado de su madre.





Llamaron a la policía y cuando ésta llegó, lo encontraron golpeando su cabeza contra la pared, fuera de sí, no entendía qué pasó, después que se bebió aquella copa, con aquel extraño que se encontró en calle, Francisco Mota de Jerez en el bar de Paco.





Llegaron a pocos minutos Juden y dos agentes más, que fueron asignados para el caso, intentaron por todos los medios posibles, sacar en limpio alguna con conclusión, pero les fue imposible, no recordaba nada; mientras le sacaban esposado por la puerta delanteras de su casa y la brigada forense de disponía a recabar todas las pruebas posibles, tomando huellas, sacando fotos e interrogado a los vecinos.





Al salir a la calle, sonó el teléfono de Juden en su bolsillo derecho y le informaron que habían otros dos caso muy similares, a un par de manzanas del lugar de los hechos…





© Hergue A.





23 Jun 2020 16: 59


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