NADIE ME ESPERA

He muerto tantas veces que me faltan dedos para contarlas. Sí, así mismo como lo escuchan, algunas veces, me he suicidado sin pensar siquiera... Otras me han echado como carnada viva a los lobos. También me han dado por muerta, estando viva; pero ésta última vez, se les fue la mano y casi me cuesta la vida. Ahora les cuento, cómo sucedieron las cosas, no espero que lo entiendan, nunca me han entendido y menos ahora...
Primero, me apuñalaron por la espalda y luego me golpearon la cabeza con una pala y me tiraron como a un saco de tierra, encima de una oxidada camioneta. Me llevaron al Campo Santo y enterraron viva, con el monstruo encima, siendo yo tan menuda.
Él también sobraba, después de hacer su trabajo; pero por error nos enterraron con el arma homicida, para borrar todas las huellas.
Era muy incomodo sobrevivir en aquella caja tan estrecha de madera, con aquel monstruo encima, retorciéndose todavía.
El espacio era muy reducido para dos cuerpos. El oxígeno se agotaba rápido, no me quedaba mucho tiempo...
Me dieron por muerta. Sellaron la tumba y con ella, silenciaron mis gritos; pero con lo que no contaban, es que a veces, ser demasiado pequeña no es una desventaja como todos piesan... Podía mover mis manos, cosa que él no podía y no lo siento. Me aplastaba con su peso, pero logré acertar un golpe mortal desde abajo, donde más dolía, trocear su cuerpo y alimentarme de su sangre, para después abridme paso, con la misma arma que debió quitarme la vida. Fue asqueroso pasar entre sus vísceras aún calientes y el olor a sangre. No fue fácil, nunca lo ha sido, pero jamás nadie dijo que vivir lo fuera…
Ahora iré por los de la pala y por los dos de la camioneta; pero no me miren así... como si estuviera loca ¡nooo! nunca he estado cuerda y menos a ahora, que todos me dan por muerta y nadie me espera.

© Hergue A.
5 Jul. 2020