NO QUISE VERLA

Era una noche oscura y profunda, ausente de estrellas, cuando sobre la aciaga arena de una playa casi desierta, vi caer, desde lo más alto, aturdida una Nereida, por amor, sin amor casi muerta...
Era una criatura bella, de piel sedosa como capullo de seda y cabellera tisú, como estambres de madreselva y de labios tan rojos, como rosas en primavera.
Yacía pálida la Ondina, como una hoja se cera, mascullando su doloso silencio, como poseída por una muerte súbita, sin estrella rutilante, sin luna...
Respirando tan vacía, contenida en su esencia. Recogida a voluntad en la brevedad de su vientre, sobreviviendo a sorbos de analgésicos pensamientos...
Remendando la vida con retazos fucsias de cielo. Sepultando su ternura en la negritud de su pena. Roída a destiempo, muriendo entre sus faustos muros forjados de fierro puro, prisionera de su tenaz temperancia, sin esperanza ninguna.
Era muy hermosa la Ondina y tenía la mirada tan tierna, como la más blanda de las mareas, que su pena, afligía, hasta el más rudo de los mortales.
¡Yo no quise verla! fue la providencia quien así lo dispuso, yo no podía mirar sus ojos, moribundos, empañados de tristeza, ni su cuerpo diezmado, como una niña indefensa, tendida sobre la morena arena. Sabiendo, qué dentro yacía, una Ninfa guerrera.

© Hergue A.
16 jul. 2020