La mirada de las gaviotas

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En contra de lo que me es habitual, en esta ocasión sí recordaba aquel sueño con bastante precisión.

Era verano en un lugar indeterminado de la costa y el calor había apretado aquel día de lo lindo. Por lo que, entrada la noche, en la mayoría de chalets y villas de aquella urbanización cercana a la playa, se hacía necesario poner en marcha el aire acondicionado. Permaneciendo así durante toda la noche en varias de las casas del lugar.

Ocurrió que en un momento de la noche algo se descontroló y surgió un inesperado incendio en uno de los chalets.

De pronto comenzaron a sonar las alarmas como descosidas, a escucharse gritos y carreras en las casas y en toda la urbanización demandando ayuda. Y el olor a quemado comenzó a extenderse de facto; en tanto que a lo lejos comenzaban a escucharse ya las sirenas de bomberos, policía y ambulancias que acudían hasta allí.

El lugar se convirtió pronto en un auténtico infierno, lo que hizo que fuera necesario el desalojo de unos cuantos chalets a la redonda en plena noche hacia un parque cercano; en tanto los bomberos luchaban denodadamente contra las llamas, intentando apagar el fuego y buscando que no se propagase hacia el resto de casas de la urbanización.

Pero a pesar de este arduo trabajo, el fuego se prolongaría hasta más allá del amanecer, cubriéndose pronto el lugar y alrededores, en unos cuantos kilómetros a la redonda, de cenizas y materiales de desecho de todo tipo medio destruidos como consecuencia de la combustión.

Al acercarnos a la playa con las primeras luces, se comprobaba que hasta allí mismo, en la arena al borde del mar y hasta el mismo agua, habían llegado muchas de las cenizas procedentes del cercano incendio.

Y un grupo de gaviotas comenzó a revolotear como con prisa en torno a nosotros, como los primeros visitantes de la playa; como queriendo posarse sobre la arena llena de cenizas y demandando ayuda.

Fue entonces cuando pudimos comprobar que muchas de ellas tenían el plumaje de sus alas un tanto chamuscado por el cercano fuego de la noche, y nos dio pena ver a aquellos animales tan volátiles y bellos en aquella situación tan desgarradora.

Pero ellas insistían en permanecer sobre nuestras cabezas. Entonces se nos ocurrió a un grupo de bañistas ofrecerles algo de la comida que habíamos llevado con nosotros. Y las gaviotas no tardaron en descender hasta la arena para dar buena cuenta de ella.

Y entre ellas, observamos que había algunas a las que les costaba levantar el vuelo. Pronto encontramos el por qué. Y era que sus alas, aparte de estar bastante chamuscadas por el fuego se encontraban como pegadas al cuerpo. Entonces, se nos ocurrió acercarnos –ellas se dejaban hacer- y, con el agua del mar intentar despegárselas. Cosa que conseguimos, y así logramos que aquel pequeño grupo de gaviotas pudiesen remontar todas el vuelo.

Como ocurrió que nos quedamos sin provisiones, decidimos volver antes de lo habitual a casa, prometiendo volver al día siguiente con algo más de comida para nuestras amigas las gaviotas del lugar.

En efecto, al día siguiente, tan pronto como aparecimos en la playa, un grupo de estos animales comenzó a sobrevolar nuestras cabezas. Volviendo nosotros a depositar algo de comida sobre la arena ya casi libre de cenizas. Y tan cercanas estaban a nosotros que pudimos observar sus ojos y sus tiernas miradas de agradecimiento con toda naturalidad.

Y aunque en realidad fue sólo un sueño, la mirada era tan limpia y tan sincera como se nos mostraba, que muchos de nosotros aún la conservaremos en el recuerdo.

© J. Javier Terán.

Comentarios

  1. Bella narrativa, y hermosa historia nos traes tan necesaria para la humanidad y todos los seres que le rodean . La verdad hacen falta más de estos sueños en equipo.
    Es un placer leerte,
    Abrazo de luz , y feliz miercoles estimado Jose Javier.

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  2. Muchas gracias, Araceli, por expresar tan acertadamente tu sentimiento en relación con mi historia aquí reflejada. Me alegro te haya gustado. Feliz miércoles también para ti. Abrazos.!

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