Algunos me ven ajena
a su tierra, sin conocerme
de nada, mas la siento
latir en mis venas, aullar
bajo mis plantas.
Sus palabras suenan
en mi garganta,
nunca callan…
Miro de lejos
las empinadas montañas
que me hablan y veo
El Dedo de Dios
que sereno se alza, sobre
las agujas de acacias
y a sus pies,
rocosos senderos
que cuentan
mil historias distintas, todas
anegadas de llanto,
que no todos vieron,
sólo Echeyde lo vio todo
y lloró con ellos,
lágrimas de fuego
en tiempos lejanos
cuando era sólo, un niño…
Y labró senderos nuevos
cuando el magma se agitó,
rabioso en sus entrañas
y derritió la sólida roca,
hasta hacerla lava.
Él no ha olvidado nada,
sigue llorando a sus hijos,
hijos que un día nutrieron
con sangre sus laderas,
hijos que un día fueron
parte de sus riberas
de sus montañas,
y de su savia.
Los vio caer heridos
por filosas lanzas, desde
lo más alto de su cima
y partir encadenados
como si fuesen bestias,
no por voluntad propia
y arrojarse por la borda
para entregarse
libre a sus aguas...
Precipitarse acorralados
desde sus empinadas laderas
para arrebatarse la vida,
antes que vivir de rodillas
y luchar con toda su fuerza
hasta las últimas consecuencias,
para renacer de sus cenizas
y volar como águilas,
sobre el verde de las acacias,
hasta coronar su cimas.
© Hergue A.
Nota:
Echeyde: nombre Guanche del Teide, pico montañoso de origen volcánico más alto de España.
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